La lucha campesina es un proceso que se ha desarrollado desde hace décadas, como expresión de resistencia a la introducción del capitalismo en el mundo rural.
Una enorme oposición a la concentración de la propiedad de la tierra, la asalarización de la mano de obra, a la aplicación acrítica del paquete tecnológico que deriva de la revolución verde, es decir el monocultivo como estrategia fallida de desarrollo, el uso intensivo e irracional de los bienes naturales finitos, suelo y agua, al empleo masivo de insumos sintéticos derivados de la industria química, es decir fertilizantes y plaguicidas, la apropiación de las semillas y la destrucción de los ecosistemas para correr las fronteras de la agricultura de exportación.
El 17 de abril de 1996, durante la segunda conferencia de la Vía Campesina en Brasil, se estableció en todo el mundo como el día internacional de la lucha campesina, para conmemorar la masacre de 19 trabajadores rurales sin tierra en Eldorado Dos Carajás, Brasil, y como símbolo de la lucha por la reforma agraria y la soberanía alimentaria.
En Chile, la experiencia de la lucha campesina llevó a que en las décadas de los ’60 y ’70 se realizara el último proceso de reforma agraria, donde la tierra era para quienes la trabajan, para las comunidades que históricamente han vivido en ese territorio y para cuidar de mejor manera la distribución de la tierra entre la población. Es en este período de la historia cuando se formula el código de aguas (1969), el que se encargó de sostener que todas las aguas del territorio nacional eran bienes nacionales de uso y dominio público, manteniendo la indivisibilidad del agua con la tierra, entregando el agua de acuerdo a propósitos específicos y racionales. Sin embargo, la dictadura militar (1973/1990) barrió con ese proceso y devolvió gran parte de las tierras a sus antiguos y usurpadores dueños, y no conformes con esto, también se encargaron de privatizar el agua, transformando estos bienes naturales esenciales para preservar el acervo campesino, en bienes de capital al arbitrio y usufructo de los poderosos del campo.
Hoy, son los territorios rurales, donde habitan aproximadamente 400 mil familias campesinas, las que sufren los efectos del modelo de despojo, la pauperización económica, social y ambiental, busca convertir al campesinado en mano de obra asalariada rural, absolutamente precarizada y sin derecho a la tierra ni al agua.
La destrucción ambiental de los territorios rurales producto de la codicia desbordada del empresariado agrícola, ha comprometido la vida de las comunidades rurales, destruido sus identitarios culturales, y provocado una migración ambiental forzada que coloca en serio e irreversible riesgo la preservación de la soberanía alimentaria, soberanía que recae precisamente en los campesinos, las y los que producen más de 1/3 de todos los alimentos que hoy consumimos, rol societario fundamental e imprescindible.
A 50 años de la reforma agraria en Chile, aún es urgente el debate y la transformación de la propiedad en el mundo rural, que debe ser incluido en el próximo proceso constituyente. Hoy, los territorios siguen siendo ocupados mayoritariamente por la agro-industria, expulsando de los campos al mundo campesino, asalariando a las comunidades y concentrando los derechos de aprovechamiento de agua en un puñado de empresarios agrícolas. Más del 70% de los Derechos de Aprovechamiento de Agua están en manos de los “empresarios” agro-exportadores.
Existen en Chile más 750.000 trabajadores temporeros y temporeras sin ningún tipo de protección laboral, muchos completamente al margen de la ley e, incluso, en condiciones de sobre-explotación y sin ningún tipo de servicios básicos y cuidados ante el empleo masivo de productos derivados de la industria química y de alta toxicidad.
En los campos de Chile el 50% de la mano de obra es femenina y, cada vez más, hay un grupo mayoritario de migrantes en este sector. Hoy, cerca de 400 mil familias campesinas viven absolutamente privadas de agua en el mundo rural, y dependen básicamente de los camiones aljibes para subsistir.
El desafío es enorme y como Movimiento por la Defensa del Agua, la Tierra y el Medio Ambiente (MODATIMA) estamos en la senda de luchar por recuperar la tierra, el agua y la energía con soberanía popular y construir un nuevo modelo de desarrollo que sustituya al modelo de despojo y usurpación que intenta desaparecer las comunidades y territorios rurales en cada rincón del país.
MODATIMA – Chile
Abril 2020