La agricultura cumple un rol societario fundamental e insustituible, producir alimentos, sin embargo, hoy las formas convencionales de producir alimentos confrontan una seria e indiscutible crisis ambiental, crisis derivada precisamente de la aplicación acrítica del paquete tecnológico que derivó de la revolución verde, conceptualización empleada para describir el incremento de la productividad agrícola y por ende de alimentos entre 1960-1980 en Estados Unidos, modelo que después se extendió a muchos países.
El Monocultivo, el uso intensivo de Fertilizantes, Plaguicidas, y dentro de estos, insecticidas, fungicidas, herbicidas, el empleo de grandes cantidades de agua, el uso de suelos incluso no aptos para cultivo, han sido todas y cada una de ellas las características distintivas del modelo, el que ha contado con fuerzas políticas y económicas que han favorecido su intensificación y expansión, sosteniendo como argumento la productividad y competitividad del mismo.
Chile probablemente ha sido el alumno más dilecto y obediente en aplicar el modelo convencional de producción agrícola.
La dimensión ecológica de los efectos que ha provocado la agricultura convencional en Chile, se expresan en la nivelación o descenso de los rendimientos de producción, derivados de la degradación de la base productiva (erosión, compactación, esterilización de suelos, disminución de la materia orgánica, resistencia e ineficacia de plaguicidas); desplazamiento de la producción de pequeños agricultores hacia zonas marginales y ecológicamente frágiles, empleo de tecnologías de producción en zonas no aptas para cultivo, por ejemplo el uso a gran escala de fertilizantes en suelos de cerro, y también efectos colaterales tales como: las intoxicaciones por plaguicidas altamente contaminantes que sufren cientos de trabajadores todos los años, deforestación, pérdida de biodiversidad, destrucción de suelo fértil, alteración del ciclo global del nitrógeno debido a la sobre fertilización, difusión de tóxicos biocidas al ambiente, sobreexplotación de los recursos hídricos, todas y cada una de ellas han sido las recetas que se han aplicado a gran escala en Chile, como dice el argot popular, “al pié de la letra”.
En los últimos 13 años, hay un promedio de 700 casos de intoxicaciones agudas provocadas por plaguicidas, y notificadas a la red de vigilancia de intoxicaciones agudas del ministerio de Salud, por cada caso notificado, existen al menos cinco sin notificar, estimaciones referidas al año 2017 estiman que en el país se usaron aproximadamente 63.617 toneladas de plaguicidas, la lista de plaguicidas con autorización vigente en el país, con fecha de autorización del 3 de Diciembre del 2018, suma la cantidad de 328, y son 60 las empresas que se encuentran en el rubro plaguicidas y transgénicos. ( fuente: https://m.elmostrador.cl/destacado/2019/01/17/la-muerte-silenciosa-uso-en-chile-de-plaguicidas-prohibidos-en-el-mundo-causa-dano-cognitivo-en-menores/ )
En materia de Fertilizantes, Chile es un importador neto de este tipo de insumos, según datos del Banco Mundial, el consumo de fertilizantes entre el año 2011-15 fue de 579 kilogramos por hectárea de tierra cultivable. La importación de Fertilizantes, particularmente del tipo Nitrogenados y Fosfatados el año 2018, fue de 64.378,3 toneladas. (Fuente: https://www.bcn.cl/obtienearchivo?id=repositorio/10221/27086/2/Consumo_y_mercado_de_los_fertilizantes.pdf)
El cambio climático es la variación global del clima de la tierra, producida a diversas escalas de tiempo. La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático plantea que el fenómeno se debe directa e indirectamente a la actividad humana que altera la atmósfera del Planeta y que es adicional a los cambios naturales del clima. En este sentido, y a nivel mundial, el empleo masivo de fertilizantes sintéticos nitrogenados, y las emisiones resultantes de N2O representan el mayor porcentaje de contribución agraria al cambio climático, el equivalente a 2.100 millones de toneladas de dióxido de Carbono cada año, en rigor, el gas de efecto invernadero más abundante y perjudicial de todos, del mismo modo, la producción de plaguicidas aportan el equivalente a 72 millones de toneladas de dióxido de Carbono (CO2). (Fuente: Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología)
Hace pocos días atrás, en rigor, el 22 de mayo, en el “Palacio de la Moneda”, y en reunión con los distintos gremios del sector agropecuario, el ministro de Agricultura Antonio Walker señaló “Queremos mostrarle al mundo que Chile produce alimentos saludables”, y además queremos decirle que “la agricultura Chilena es Carbono Neutral”.
Para precisar, el Carbono Neutral se refiere al estado en el que las emisiones netas de gases de efecto invernadero expedidas al ambiente equivalen a cero, en otras palabras, Carbono Neutral tiene por objetivo no afectar la concentración natural de gases de efecto invernadero que ya existen en la atmósfera.
Es lógico entonces preguntarse ¿cómo, de qué manera, el ministerio de Agricultura se va a comprometer con la reducción de los gases de efecto invernadero, a propósito de la dependencia de insumos sintéticos contaminantes, a propósito de la unilateralidad del modelo agrícola imperante, a propósito de las “enfermedades ecológicas” que el mismo ha provocado?
Y aquí estamos, ad portas del día Mundial del medio ambiente (05 de Junio), y como anfitriones de la próxima Cumbre de Cambio Climático (Diciembre 2019), la prensa señala que este es el evento más grande que Chile haya organizado desde el mundial de fútbol del año 1962, con más de 25 mil personas que acudirán para hablar, reflexionar y avanzar en la perspectiva del desarrollo sustentable, será necesario hacer un gran esfuerzo para instalar en el debate público aquellas cuestiones que cualitativamente pueden contribuir a mitigar los efectos del cambio climático, por eso, y mucho más, hablemos de AGRICULTURA.
MODATIMA CHILE
04 de Junio del 2019