Aunque definitivamente
aquí llorar es fácil
estamos desterrando
la tristeza con los puños.
-Roque Dalton
Hoy conmemoramos un año más desde aquel 18 de octubre de 2019 callejero, emotivo, lleno de sentido y a ratos furioso, pero lo hacemos con reflexión y con la pausa necesaria para encaminar la mirada. No sin contradicciones, no sin autocrítica. Recordamos la fuerza con que el pueblo de Chile se expresó en las calles en una revuelta popular por mejorar las condiciones de vida de las mayorías. Fuimos millones con esperanzas, marchando, protestando y deliberando. Para dar una salida institucional a las protestas, se acordó por el sistema político abrir un proceso constituyente, del que los movimientos decidimos hacernos parte.
Desde la derrota en el plebiscito de salida, hemos tenido múltiples lecturas sobre qué salió mal, dónde nos perdimos y qué hacemos de aquí en adelante con la urgente necesidad de cambiar la constitución dictatorial por una democrática, pluralista, que nos permita la construcción de un Chile donde quepamos todos y todas. Pero las preguntas que nos rondan van incluso más allá, nos interpelan directamente en nuestro quehacer, ¿cómo hacemos para seguir construyendo movimiento social fuerte, cohesionado y con sentido histórico?
Como organización que se comprometió profundamente con el proceso constituyente, no nos es fácil apuntar a un culpable sin mirar nuestra propia responsabilidad en lo ocurrido. ¿Es que fuimos demasiado lejos con la idea de que el agua debe ser un derecho humano reconocido en el texto fundamental? ¿Será una jugada muy arriesgada la planificación del territorio en base a una priorización de las propias necesidades de las comunidades, salvaguardando el ecosistema que lo sustenta? ¿Hay algo muy por fuera del sentido común en decir que la protección de la naturaleza es esencial para la mantención de nuestra propia vida en ella? Mucho más allá de desatinos o maximalismos en la apuesta simbólica, creemos firmemente en el trabajo con que nuestro movimiento aportó en materia de aguas y medio ambiente, a través del Estatuto del Agua, los derechos de la naturaleza, ciudad y territorio, soberanía alimentaria, y tantos otros derechos que consideramos están en el camino correcto.
Sin caer en el autoflagelo, como movimientos sociales es sensato asumir que hubo errores y aciertos, algunos nos involucran y otros nos exceden. Es sensato decir también que estábamos frente a una oposición poderosa, unida, que contó con recursos económicos y medios de comunicación. Tal vez eso también lo subestimamos.
Con todo, la pregunta por el “y ahora qué” nos ha tenido suspendidos en un estado de incomprensión que nos dificulta y desafía salir a buscar respuestas por fuera de lo conocido. Lo que sí tenemos claro es la convicción de seguir luchando por el bien común y vida digna, por el agua como derecho humano, porque somos trabajadoras, estudiantes, campesinas, somos el pueblo de a pie, que sigue viviendo injusticias y abusos. Porque si bien ese día Chile cambió, en estos 3 años de camino recorrido desde la revuelta popular, hemos transitado por los escenarios más impensados, desde una pandemia que nos mantuvo encerrados y atemorizados por más de 2 años, hasta la experiencia de elegir en un proceso inédito un órgano compuesto democráticamente por personas independientes de partidos políticos, con arraigo en la defensa de sus luchas y territorios.
El Chile que amanece este 18 de octubre de 2022 mantiene un sinfín de necesidades que no han encontrado respuesta: las pensiones, la reforma al sistema de salud y educación, y la escasez hídrica, pero amanece además en un escenario de crisis multidimensional atravesado por las guerras en Europa y Oriente Medio, y una crisis climática que se manifiesta sin descanso en todos los rincones del planeta. También con un gobierno progresista en permanente contradicción interna, una derecha con “aparente” articulación y, como no comentarlo, un nuevo proceso constituyente tutelado por los partidos contra los cuales nos manifestamos en un primer momento, algunos de los cuales han cometido la osadía de posicionar en el proceso a personajes tan particulares como el otrora barrista condenado por homicidio.
Más allá de la coyuntura, este día volvemos a recordar esa realidad que nos quieren hacer pasar por subterránea e inexistente, que nos esconden con informativos sensacionalistas de criminalidad descontrolada o que intentan minimizar con resultados electorales. Es la realidad de que el momento histórico que abrió el pueblo de Chile por las transformaciones sociales no se ha cerrado ni se termina con el proceso constituyente. Más bien, es el motor de cambio. Pese a las derrotas de los últimos meses, hoy, a tres años de la revuelta de 2019, estamos conscientes que los anhelos de aquel entonces permitieron atravesar la barrera de lo posible. Y esto, sin lugar a dudas, es un triunfo del pueblo que no soporta retrocesos.
Más allá de las urgencias y demandas -que son cada vez mayores- debemos salir a buscar nuevamente aquel sentido común que nos convoca como pueblo trabajador, como hombres y mujeres sencillas, porque sin éste no hay manera de salir de la crisis. Tenemos hoy más que nunca el mandato histórico de recuperar ese horizonte y asumir que, pese a las diferencias, somos todos y todas parte de un proyecto común. O mejor aún, que en virtud de nuestras diversidades, podemos poner a disposición nuestra capacidad creadora y salir de la crisis de forma colectiva, sin fórmulas mágicas más que la solidaridad y el amor por nuestro pueblo.
Mesa Nacional MODATIMA